Nuestro bien más preciado



Había una vez un hombre sentado en la puerta de la iglesia de su pueblo, cuando pasó por allí otro hombre:

- Soy un pobre hombre que no tiene nada de nada. Estoy en la ruina más absoluta. Soy el más desgraciado y desposeído de este pueblo.

- ¿Quieres dinero? - le preguntó el visitante.

- ¿Lo ves? Hasta tú que no me conoces de nada me ofreces limosna... Que situación más desesperada la mía!

- Te equivocas, amigo. Yo no te ofrezco limosna, yo quiero comprarte algo.

- Si no estuviera tan desesperado me reiría. ¿Qué quieres comprarme si no no tengo nada de nada? ¿Es que no ves los harapos que cubren mi cuerpo?


Continuará...


No hay comentarios:

Publicar un comentario