Cómo ir cultivando una autoestima saludable (primera parte)

Definiendo "autoestima".

La autoestima es la percepción que tenemos de nosotras mismas en referencia a nuestro cuerpo, nuestras capacidades, etc. No tiene por qué coincidir con la percepción que tienen las otras personas de nosotras, ya que esto es algo muy relativo. 

Es una autoimagen que hemos ido construyendo a lo largo de los años en función de los mensajes que hemos ido recibiendo desde pequeñas y que nos hemos ido creyendo porque nos los han transmitido personas muy importantes para nosotras, como son nuestros padres, maestros y otros adultos de referencia.  

Cuando estos mensajes son de empoderamiento, de reconocer todas las cualidades de cada persona, de amor y respeto incondicionales, vamos construyendo una autoestima sana y saludable; pero no es así cuando los mensajes que recibimos son negativos hacia nuestra persona (recordemos que la mayoría de nuestros padres no tuvieron ningún tipo de educación emocional, más bien lo contrario, les enseñaron a reprimir las emociones, por lo tanto, ellos, desde esos mensajes que recibieron, hicieron lo que pudieron en función de lo que sabían y creían).

La magia del momento en el que estamos viviendo actualmente es que nosotras podemos decidir sobre nuestro desarrollo personal y emocional. Ahora podemos estar al mando y empezar a cuidarnos en todos los sentidos.

Así es que para empezar voy a pedirte que no compres más los mensajes de: “tuve una infancia muy difícil”, “mis padres esto o lo otro”, “en el colegio me castigaban”,... todo esto, que son deudas emocionales, lo trabajaremos más adelante para que puedas soltarlas y echarlas de tu vida. 




Cuando somos pequeñas queremos agradar a nuestros padres, que nos acepten y que nos amen; para lograrlo, nos vamos moldeando a la imagen que ellos quieren de nosotras. Por ejemplo, si a nuestros padres les gustan las niñas tímidas nosotras nos mostraremos así para gustarles y lograr su aceptación (naturalmente lo hacemos de una manera totalmente inconsciente) y al moldearnos así, nos vamos olvidando de quienes somos y de lo mucho que valemos. El problema es que, conforme crecemos, continuamos haciendo esto y entonces ya nos alejamos más y más de quienes somos realmente y de lo que hemos venido a hacer aquí.

Nunca nos dijeron que nos querían por el maravilloso hecho de existir; que tan solo por haber nacido, nos merecíamos todo el amor y el respeto incondicionales del mundo.  

Otra cosa que me gustaría comentarte es que a menudo se confunde tener confianza con tener una autoestima elevada y no es lo mismo. Por ejemplo, una persona puede saber cantar muy bien, confiar en sus habilidades y en su formación con el canto, pero puede ser que no esté nada contenta con su físico (que quiera ser más alta, más baja, más delgada…) o que crea que fuera del escenario no gusta a las demás personas… y estos son signos de una autoestima baja.

Me gustaría comentarte que tener una autoestima y un autorespeto elevados no es para nada sinónimo de ser egoísta. Lo comento porque muchos de mis clientes me lo consultan. Cuando yo logro nutrirme de amor y respeto hacia mí es cuando dejo de ser egoísta porque dejo de pedir a las demás personas que hagan por mí lo que yo no he hecho hasta ahora. Espero que este juego de palabras se entienda. Ya sabéis que podéis comentarme cualquier cosa que no os quede clara o que queráis decirme.

 

Punto número 1: Detectar cómo estás de autoestima.

Te pediré que puntues del 1 al 10 (siendo el 1 cuando no te identificas con la situación descrita y 10 cuando te identificas totalmente, pasando por todos los grados intermedios) cómo te sientes respecto a estas situaciones que te voy a plantear (todo este material lo tendrás disponible en PDF).

1. Tengo mucho miedo a equivocarme. 

Y cuando me equivoco pienso en seguida que soy un desastre, que los otros pensarán de mí que no valgo, en resumen, que me machaco en seguida y, además, pienso durante mucho rato en esos errores.

Si te sientes identificada con esta situación, te invito a que empieces a hablar contigo misma (voy a aclararte que es muy saludable conversar contigo misma y que es imprescindible hacerlo para sentirte bien emocionalmente); te puedes decir cosas del tipo: “De acuerdo, te has equivocado, ¿pero qué tal si en lugar de fustigarte, tomas nota y aprendes para que esto no te vuelva a ocurrir?”; “¿Cómo? ¿que te preocupa lo que los demás piensen o digan de ti? ¿y esto a dónde te lleva?” Ten en cuenta que aprendemos a base de ensayo y error; dejemos de ser tan perfeccionistas.  

2. Busco la aprobación de los demás.

Cuando hacemos las cosas pensando en los elogios que nos darán los demás, y estamos siempre o casi siempre esperando que nos digan cosas buenas sobre lo que hacemos o decimos, estamos mucho más enfocadas en lo que piensan otras personas que no en lo que pensamos y sentimos nosotras.

Empieza a actuar pensando en ti, sin esperar nada a cambio. Y regálate cada día un mínimo de media hora en exclusiva. Ten una cita contigo misma. Pon en tu agenda “de tal hora a tal hora he quedado con la persona más importante de mi vida”. Durante ese rato, pregúntate cómo estás, cómo te sientes, qué puedes hacer por ti, bésate, acaríciate y, sobretodo, escúchate con amor y respeto.

Esto es un entreno, de ahí la importancia de agendar una cita diaria. ¡Ah! Y para las personas que vivís solas. No hablo de pasar ratos a solas contigo, hablo de quedar contigo y de conversar contigo con mucho respeto y mucho amor. Cada vez que te descubras diciendo alguna cosa no agradable de ti, pídete perdón y rectifica. Estos ratos son muy importantes para empezar a reconocerte y a escucharte. Observar cómo te tratas y empezar a corregir.

Tú eres la persona más importante de tu vida.  Eres a la única que puedes decirle: “No puedo vivir sin ti”; así es que trátate con el merecido respeto.

3. Cargo con sentimientos de culpa.

¡Ayyyy, la culpa! El peor de nuestros enemigos. Nos sentimos culpables si algo no sale bien, si no hemos llegado a tiempo para ver a nuestros padres, si trabajamos fuera de casa y hay que dejar a los hijos al cuidado de terceras personas, si no podemos cuidar de nuestros padres como nos gustaría, si no alcanzamos los objetivos marcados en el trabajo, si esto o si lo otro.

Y, lo que es peor, que continuamos cargando con esta culpa aunque hayan pasado años y años.  

Esto es un peso demasiado duro para nuestra mochila emocional. Ha llegado el momento de decir ¡BASTA, YA! 

Para lo único que te sirve la culpa es para hundirte más y más y para reforzar una baja autoestima.

Cuando te invadan estos tipos de pensamientos, bebe dos sorbos de agua, respira tres veces y di: “¡STOP! ¡Un momento! Yo hice lo que pude y supe en ese instante. ¿Lo podía haber hecho mejor? Quizás sí, también podía haberlo hecho peor. Ahora ya de nada me sirve ni a mi ni a las personas implicadas.” Y repite varias veces la palabra “Gracias”. Hazlo para enfocar la mente en este mantra y desenfocarla de la angustia de la culpa.  

4. Recupera la adolescente que llevas dentro y empieza a cuestionarlo todo.

Es un ejercicio divertido. Lo puedes hacer hayas sido una adolescente rebelde o no.

Se trata de que cada vez que te des cuenta que te haces una afirmación del tipo: “Es que todo lo hago mal”, “todo me sale mal”, “todo me pasa a mi”, etc. dibujes en tu cara una sonrisa burlona, saques la adolescente que llevas todavía dentro y digas: “¿Seguro? ¡Anda ya! ¿Y qué más?” Y te burlas tú misma de la afirmación tan contundente que acabas de hacer sobre ti.


5. Adopta el sentido del humor para mejorar tu autoestima.

Nos lo tomamos todo demasiado en serio y no dejamos margen para la alegría.

Sonríe siempre que veas tu imagen reflejada en un espejo o en otra superficie. Sonríete y hazte un guiño de complicidad.

Adopta alguna expresión que te haga sonreír y que te permita poner una nota de humor incluso en las situaciones más angustiosas.

Te invito a que te mires en el espejo un buen rato e intentes aguantar la risa. Cuanto mejor estás contigo misma, menos rato puedes resistirte a esa mirada y a esa sonrisa.

Esto es todo por ahora. 

Antes de despedirme me gustaría darte las gracias por haberme leído.




La fe y el poder de la ley - Neville Goddard

"Te pido que uses este poder llamado la ley.  Simplemente determina qué es lo que quieres e imagina una escena que implique que lo has realizado.  Entra en el espíritu de la escena.  Participa en ella dándole viveza sensorial.  Luego relájate mientras sientes su realidad.  No consideres los medios.  Sé consciente de que tu deseo es ya un hecho cumplido y que lo estás disfrutando ahora.
Entonces ten fe, porque la fe es lealtad a tu realidad invisible.

Neville Goddard