Es inevitable que, en algún momento, nuestros
pequeñines tengan miedos y pesadillas porque están en una etapa cargada de inseguridades
provocadas por el desconocimiento que tienen del mundo (les cuesta separar
realidad de ficción) y también por la dependencia que tienen de nosotros, los adultos.
Debemos mirar estos miedos con sus ojos de
niños y no minimizarlas nada; al contrario, lo que debemos hacer es aceptarlas y
acogerlas, eso sí, tenemos que evitar la sobreprotección porque entonces daríamos
a nuestros hijos un mensaje de “sin mi no puedes hacer nada” o “si yo no estoy,
tú no lo superas.
Lo primero que debemos hacer cuando nuestros
hijos tengan miedo es acompañarlos, estar a su lado y hablar con ellos,
abrazarlos y buscar estrategias conjuntas de combate contra los miedos.
Los niños proyectan estos miedos en forma de
monstruos imaginarios o de personas malas que les quieren hacer daño. Si nos
ponemos en su lugar podremos “combatir” este monstruo o este personaje entre
todos y ahuyentarlo de su habitación.
Es muy importante no utilizar el miedo como
castigo y debemos cuidar nuestra forma de hablar con nuestros hijos para evitar
fomentar sus miedos.
Si gestionamos bien estos miedos cuando
nuestros hijos todavía son pequeños, éstos acabarán desapareciendo y ellos se
convertirán en jóvenes y adultos seguros; si, por el contrario, fomentamos los
miedos y no los gestionamos adecuadamente, los miedos pueden convertirse en
fobias (¡cuidado!, “pueden convertirse en fobias” no significa que “deriven
siempre en fobias”).
Nuestros hijos, cuando son pequeños, acostumbran
a tener tres tipos de miedos
- Miedo a las personas desconocidas. Es un
miedo innato y no quieren acercarse a personas que no conocen de nada. Podemos
atenuar este miedo si proponemos a nuestras amistades que, antes de intentar
acercarse demasiado al niño, le hablen con suavidad, que le hagan reír,... Así
se podrán ir ganando la confianza de la criatura y, finalmente, se dejará
coger.
- Miedo a la separación de los padres.
Acostumbra a suceder cuando nuestros hijos empiezan el jardín de infancia o el
colegio. Podemos atenuar el proceso de separación de los padres de manera
progresiva antes que empiece la etapa de escolarización. También debemos ser conscientes
de cómo vivimos los adultos los momentos de la separación, si nos ven angustiados
o tristes, lo captarán y reaccionarán mal. Nos pase lo que nos pase por dentro,
debemos intentar controlar los sentimientos y disimularlos.
- Miedo a la oscuridad. Es un miedo frecuente
en los más pequeños y suele desaparecer sobre los nueve o diez años. Este miedo
puede deberse a: el miedo a separarse de los padres, el miedo a sufrir
pesadillas,...
En general, podemos favorecer la seguridad de
nuestros hijos e hijas dejando que realicen solos el máximo de actividades
posibles en función de su edad. Debemos tener la paciencia suficiente para
permitir que hagan las cosas a su ritmo.
Podemos trabajar el miedo a la oscuridad a
través del juego, por ejemplo, jugando al escondite.
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